Ayer estuve leyendo un reportaje a Umberto Eco, el afamado autor de EL NOMBRE DE LA ROSA. El tipo señala que fue una ilusión suponer que las computadoras iban a ayudar a salvar a los árboles, que por el contrario, las computadoras han hecho que aumentase la producción de papel impreso. Que mientras se debate sobre la desaparición de los libros, miles de personas van día a día con toneladas de hojas sueltas, sin encuadernar, por los pasillos de las universidades del mundo. Y además señala que los libros tienen ventajas indiscutibles con respecto a las computadoras, ya que siguen prestando su servicio cuando hay bajas de tensión o apagones. Conclusiones sencillas e interesantes. Adoro cuando un pensador habla de manera clara y entendible, lejos de los lenguajes tan soberbios y elitistas que a veces no hacen más que distanciar a la gente de las ideas. Pero más allá de esta expresión que en sí no viene al caso ya que me la podría haber guardado para mis adentros y evitar este enchastre tan tonto sobre lo que estoy escribiendo, la idea de que las computadoras ayudarían a salvar a los árboles en un principio debe de haber sonado muy linda. Como aquella de que estar más y mejor comunicados ya no nos haría sentir tan solos. O aquella de que cuanta más información tuviéramos a mano, menos ignorantes seríamos. Yo en un principio creí que leer un libro desde la pantalla de una PC iba a ser algo fabuloso. No tendría que estar con la cabeza gacha, los brazos no se me iban a cansar de tanto sostener un libro, si quería remarcar algo lo haría con resaltador del Word y se me haría mucho más práctico y visible, no se me llenaría la casa de libros cuyas hojas con el tiempo se irían poniendo amarillas… y además el ahorro de dinero. Es impresionante la cantidad de libros que tengo en formato digital dentro de un CD. Tantas obras maestras de la literatura y del pensamiento universal. Es como una especie de biblioteca de Alejandría pero de bolsillo. Pero hay algo que les juega en contra a todo esto del formato digital: es demasiado fácil obtenerlo. Ponés “libros gratis” en cualquier buscador y ya está. Todo a disposición tuya. No es lo mismo, no se disfruta de la misma manera. Pero también es cierto que podemos leer unas pocas páginas y comprobar si ese libro que tanto queríamos leer merece que vayamos hasta la librería y gastemos unos cuantos pesos en un ejemplar impreso que nos acompañe adonde quiera que tengamos que ir. Es una manera de evitarnos algunas decepciones, como por ejemplo la del dinero mal gastado. Después de todo uno no ahorra para ser rico, sino para gastar en lo que le gusta. Lo mismo con la música en MP3. Es muy loco eso de bajar la música que se te antoje escuchar. La cantidad de discografías completas que se pueden tener es impresionante. Pero la realidad es que uno no escucha todo lo que baja, ni siquiera le presta la misma atención. Una escucha, a lo sumo dos, y listo. No es lo mismo que cuando se iba entusiasmado a una disquería a ver qué tal está el nuevo disco de… Y si uno primero lo baja con la intención de ver si el contenido es bueno y si es así ir luego a adquirir una copia original, tampoco se disfruta tanto, se pierde un poco el sabor del riesgo, o ese “ya que lo pagué lo voy a escuchar con más atención y le voy a dar más valoración a cada acorde”. Umberto Eco además señala que la abundancia de información hace perder la visión del conjunto y que hay que esforzarse por separar lo irrelevante. En fin, demasiadas cosas para nuestras cabezas. Tanto ciberespacio al final parió tribus de floggers, bloggers y emos. Algunos hasta parecemos gente más lúcida que la de hace un par de décadas, pero al ver como están las cosas se me ocurre que es una lucidez un tanto absurda. Incluso a veces pensamos que incorporar ciertas cosas nos va a mejorar la calidad de vida (como por ejemplo, comprarnos una PC y conectarnos a Internet), pero después resulta que con cada cosa nueva que incorporamos surgen nuevos problemas y ahí está el cuento de la buena pipa. Cuando se inventó el automóvil también se inventaron los accidentes de tránsito. Los cambios son constantes e infinitos, pero la vida demasiado corta para entenderlos.
IDEAS - CRITICAS DE BUENA LECHE - DELIRIOS Y OTRAS YERBAS NO TÓXICAS (TODO DENTRO DE UN MARCO LITERARIO)
Friday, October 31, 2008
Tuesday, October 28, 2008
LA INSOPORTABLE ELEVEDAD
"Eres demasiado jóven para ser viejo"
JIM MORRISON
Ayer me compré, junto con el diario que casi religiosamente adquiero todos los lunes para controlar mis puntos en el gran DT, la edición especial de la revista Ñ con motivo de su 5º aniversario. Tiene mucho para leer y –tal cual rezaba esa máxima tan de los tiempos de recesión de principios de siglo- todo por $ 2. El tema es que ayer mientras iba de camino a pagar unas cuentas me puse a leerla y, como era de esperarse en una persona a veces tan dispersa como yo, me puse a subrayar algunas cosas. Por ejemplo: “No la levedad de una pluma que se cae sino la de una pompa que se eleva –dijo Rodolfo Rabanal”. O algo que dijo Calvino : “Apresúrate despacio”. O “La vida humana es un concepto pero también tiene las propiedades de la materia: un hombre está vivo o está muerto. Y más difícil aún: una criatura es humana o no lo es” escrita por el gran Marcelo Birmajer. Y hay tantas cosas que uno como escritor en sí puede sacar de esos simples y escolares subrayados… A mi la palabra levedad me pega muy fuerte desde que leí la novela más famosa de Milan Kundera. Y es que a veces es placentero caer como una pluma, y a la vez ese balanceo incólume me parece tan vanidoso … en cambio una pompa también tiene su belleza al elevarse pero es tan frágil esa levedad que lleva hacia arriba que condena a cada ilusión que esté dentro de ella a la finitud más próxima. Es difícil destruir una pluma. En cambio para una pompa basta con un par de dedos y listo, se acabó tu vuelo al fin. También podría ponerme a jugar con las palabras y crear posibles neologismos (a veces tan necesarios) al decir que lo de la pompa es más bien una elevedad. En cuanto a lo de que una persona esté viva o esté muerta sin partes intermedias posibles en lo referente a la materia como parte sólida del universo, más allá de que es una dualidad tan cierta e irrefutable uno podría decir que aún estando vivo un ser humano puede llegar a sentir que no es así. Es “un muerto en vida” dirían algunos, o sino el ya tan usado con los referentes de la política entrados en años: “los muertos vivos” usándose el término vida como una clara alusión a la viveza de estos tipos tan conocedores de las mañas que se manejan en esos ambientes. Lo que pasa es que la palabra muerte compartiendo cartel con la palabra vida dentro de una misma oración es un hecho muy fuerte para los que no quieren aceptar que las dos están lo suficientemente cerca para superponerse una a la otra en cualquier momento. Es cierto que en el mundo material se pasa de estar vivo a estar muerto y que resucitar es más bien una metáfora aplicable a los casos de reivindicación dentro de la vida misma, pero si hay algo que vuelve de la muerte aún no lo sabemos, más allá de que la creencia de que nuestra alma reencarne en algún cuerpo como una variante más de lo que nos espera al final del camino nos resulte algo bastante alentador. En fin, eso es tan sólo una parte de todo lo que uno puede discernir si empieza a tomar pequeños fragmentos de un texto. Son semillas que dan vida a otros mundos dentro de otras mentes lo suficientemente abiertas como para recibirlos. A veces esos mundos crecen y se vuelven maravillosos en miles de corazones. Pero también hay muchos que quedan dando vueltas y se extinguen como los millones de espermatozoides que fueron discriminados por el óvulo ya fecundado. Así de terrible y costoso es a veces generar un mundo maravilloso.
Friday, October 03, 2008
ACTOS DE AMOR
DAR ES DAR, FITO PAEZ
Hay actos de amor de todos los tamaños y de distinta calidad. Algunos tienen que ver con la renuncia y otros surgen de esas ganas de dar que aparece en los lapsos de felicidad extrema. Algunos son pequeños y valiosos (como por ejemplo compartir con ella un programa de TV que no te guste en absoluto). Otros son algo más grandes con respecto a los primeros; tal vez una forma de graficarlos sería el mostrar a alguien que deja de asistir a un evento importante para hacerle compañía al otro en su soledad o en su bajón anímico, es decir, aflojarse la corbata y poner la pava para preparar un té bien caliente y decime cuánto querés de azúcar, si le pongo limón y todo eso. Después están los otros, los enormes, los que tienen una cuota de grandeza y de renuncia mucho más emblemática, como el dejar la tierra de natal para ir tras el amor y construir una nueva vida lejos de donde uno se hizo como persona. Son actos de amor, así de simple. Lo loco es que la mayoría involucra una cuota de renuncia (ya que no siempre el hecho de dar implica tener que renunciar a algo) y a la vez pareciera ser que son los más valorados. Y más todavía si nadie te los pide… ¿O sí? ¿Qué te gusta más? ¿Qué alguien te dé lo que le pedís o que te dé más de lo que esperabas? El tema está en si estos actos de amor, grandes o pequeños, son valorados por el otro. Ya que en el amor no se trata de yo te doy sólo si vos me das, o de si no me das nada yo tampoco porque ya te di y vos no me diste. Por más que tenga vaivenes e incertidumbres como la mayoría de los mercados, no es una transacción comercial. En el amor, tal cual lo dice la canción de Fito Paéz, dar es dar y punto, sanseacabó la cuestión. Uno da porque tiene ganas de dar y no se fija en lo que recibe, da, da y da. Es feliz dando y eso es tan inevitable como la gravedad. Da y después no reclama. Y además, da lo que tiene. ¿Cómo se hace para dar lo que no se tiene? Personalmente creo que es más lindo dar cuando a uno no le piden, lo que se dice, cuando sale de vos, cuando encontrás un espacio en donde te sentís cómodo para dar. Es como que hay que encontrar lo que el saber popular bien denomina “la horma de tu zapato”. Puede que encuentres a alguien con quién tener un sexo fantástico y no así todo lo demás. O que encuentres a alguien que sea fantástico en todo lo demás pero no tanto en la cama. O a quién lo que le des sin mucho esfuerzo le alcance y le sobre. O a quien todo lo que le des, que a su vez es lo mejor que tenés, simplemente no le alcanza ni le hace cosquillas, o le alcanza pero hasta ahí, andá a saber. O tal vez puede pasar que lo que recibas sea demasiado para vos y a la vez te angustie no ser capaz de devolverlo. O tal vez sea como dice esa canción de Enrique Bunbury, donde “no soy mala hierba sino hierba en mal lugar”. En fin, parece complicado. Y es válido que lo sea ya que se trata de sentimientos y no de matemáticas. Y al ser así no siempre prevalecen las soluciones lógicas. Y así nos pasan, apegados a una especie de alternancia despareja, los días maravillosos y de los otros, esos donde no hay toronja que te venga bien y te vas por ahí a buscar quién sabe qué cosa.
Más allá de todo creo que lo importante es ser conciente de que cuando uno da se siente feliz de hacerlo. Y esa felicidad quizá lo lleve a no reclamar al otro lo que este no tiene.
Más allá de todo creo que lo importante es ser conciente de que cuando uno da se siente feliz de hacerlo. Y esa felicidad quizá lo lleve a no reclamar al otro lo que este no tiene.
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