El “mal llevado” es una figura un tanto común en los ambientes laborales, lugares donde convivís con personas que por lo general no elegís. El “mal llevado” se caracteriza por ser alguien con reacciones airadas e impredecibles ante situaciones por las cuales una persona “normal” o integrada al ámbito en el que se desenvuelve ni siquiera movería las cejas.
Con las personas “mal llevadas” hay que tener mucho cuidado en cuanto a bromas u opiniones que puedan llegar a emitirse sin un previo análisis. Al menos los que yo conozco son muy trabajadores. No tienen empacho en arremangarse y mover los brazos en situaciones que así lo requieren. Se destacan por poner demasiado empecinamiento en la tarea que llevan a cabo y por tomar sus responsabilidades con un tezón un tanto elevado, demasiado elevado para mi gusto. Pero cuidado con las bromas típicas de cada día y las opiniones… ¡Cuidado! Porque ante un acento mal colocado o un adjetivo fuera de lugar… ¡Tormenta! ¡Crash! ¡Boom! ¡Bang! Otra que las piñas de Batman y Robin.
Por lo general, cuando uno va entrando en confianza con sus compañeros de trabajo, suele hacer comentarios un tanto jocosos como para romper el hielo y descomprimir. Es parte de la convivencia. Por ejemplo, según tus compañeros, cuando estás en el trabajo, en tu casa hay un tipo enpomándose a tu mujer, en tu propia cama, bebiéndose el Old Smugler que compraste en el supermercado y fumando tus propios cigarrillos. Cuando no te salen las cosas es muy probable que le adjudiquen eso a la falta de sexo. Si te quedás a hacer horas extras no sos un tipo que quiere juntarse unos mangos para terminar la casa, sino un caradura que se queda a robar, lo que se dice, un forro. Y no hablemos de cuando se te empieza a caer el pelo o asomar la panza. Y no nos olvidemos de las infaltables cargadas futboleras ni de los apodos, que por lo general se destacan por ser despectivos y no un adjetivo que resalte alguna virtud.
Pero ojo con tender alguno de estos puentes comunicacionales hacia algún “mal llevado” porque te podés amargar no sólo el día, sino también la semana. Porque hay momentos en que el mal llevado entra en confianza y abre la puerta. Y cuenta cosas. A veces demasiadas cosas. Te hace sentir un confidente. Y hasta te hace chistes. Porque sí, porque ese día está de buen humor. Pero cuando uno cuenta el otro le hace una especie de feed back. Y eso “el mal llevado” no se lo banca. Y al tener un humor inestable, se enoja por cosas que por lo general nadie se enoja, y te trata como si fueras un desconocido, se pierde, se pone ciego…
Ahora, ¿por qué se conoce a esta clase de individuo como “mal llevado”? Si nos ponemos a analizar, un “mal llevado” no es lo mismo que un “mal nacido”. Sino que es alguien al que no supieron criar, ni acompañar, ni encarrilar. No sé si decir “mal llevado” es lo mismo que decir “mal tratado”. Me suena más a persona a la que no le supieron señalar el camino, a la que no supieron “llevar”. Pero un “mal llevado“ piensa todo lo contrario. Porque a su juicio muy raras veces se equivoca, sabe muy bien lo que quiere y cómo tiene que hacer para obtenerlo. Es una especie de genio incomprendido. Si Nietzche se levantara de la tumba y tuviera la posibilidad de conversar con alguno, llegaría a la conclusión de que el superhombre del cual hablaba Zarathustra es una realidad y está aquí con nosotros. Que lo que él con tanto trabajo soñó a fines del siglo XIX ya es parte de la vida cotidiana. Sí, el hombre ya no mira hacia el cielo, sino en dirección a sus pies, y nosotros, los mediocres, somos hormigas alrededor de sus zapatos. Y encima no sabemos apreciarlo y le ponemos una etiqueta peyorativa al decirle “mal llevado”.
Cuando un murciélago duerme cabeza abajo bien podría decirnos, tal cual escribió Luca Prodan, “yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos”. Creo que es una buena manera de entender la clase de visión del mundo que tiene un “mal llevado”. Es una pieza que no termina de encajar en el puzzle porque tiene los bordes limados. Es un “jodan ustedes, pero conmigo ni se atrevan”. Un “no me vengas a enseñar a mí” y un “no aprendí porque me explicaron mal”. Es difícil convivir con esta clase de persona, porque hay que estar midiendo lo que se dice, y cuando hay que estar midiendo todo el tiempo uno no termina de acomodarse, y si uno no se siente cómodo no puede ser quién en verdad es. Pero bueno, uno no elige con quién trabajar, es así, y los “mal llevados” a veces son una plaga digna de exterminio. Así que si llegás a un lugar y te dicen “cuidado con aquél que es un mal llevado”, ya sabés como es la cosa: buenos días, buenas tardes y si te he visto no me acuerdo.
5 comments:
ay, me pa´que soy mal llevada en el trabajo, sobre todo cuando tengo a cargo un "jardín de infantes" o a mis padres de spcios, je.
Che, no será que hay gente que simplemente quiere laburar e irse a casa porque no le gusta su trabajo?
YO a Feiman lo veo mal cogido y botón... no se si es el gran laburador, me parece que este sin guita no se mueve de la casa.
Max!! creo que soy una amarga y me acabo de dar cuenta. ahhhh!!!
jaja!! puse la foto de feinman para no poner una foto de los mal llevados que conozco!! Los mal llevados que conozco no le escapan al laburo, pero tienen la cabeza cerrada!!! Ahora, no era mi intención que te dieras cuenta , o que sospeches que sos una mal llevada. Como no laburo con vos no se qué decirte. Pero en caso de que lo seas, darte cuenta es un buen punto de partida jaja
Muy bueno Maxi, me rio mientras veo los movimientos del mal llevado que tengo en la oficina!
Saludos
Miguel
jaja!!! todos tenemos un "mal llevado" cerca!!! gracias Migue
muy bueno! si soy :/ pero bueno aveces la vida nos hace asi que se le va a hacer por lo menos ahora lo sé y podré cambiar.
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