El amor es un caramelo.
Pero también puede ser un alfajor vencido,
o un paquete de fideos con bichos. Puede ser todo lo que no esperabas que
fuera. Y también mucho más de lo que creías.
El amor es todo lo que te dicen de él… y todo lo que te ocultan. Tiene dos caras al
igual que una moneda o un disco de vinilo. Es el turrón que alguien se olvida
en la heladera cada fin de año. Es un viaje al Caribe pero también puede ser un
viaje a Mar del Plata por una ruta poceada y congestionada.
Es el piso por el que transitan millones de
pies. El piso adonde además se escupe y se apagan cigarrillos. El piso que se
trapea y que vuelve a brillar en la oscuridad, cuando no hay nadie.
El amor es una vertiente de agua que nace
en las montañas, pero en la ciudad es un riachuelo contaminado por efluentes de
corazones que están solos.
Pero el corazón es un músculo, y como
músculo no tiene la culpa de que lo dibujen como a un corazón y lo usen como un
símbolo de un sentimiento nada más que por el hecho de que cuando te enamorás
late más fuerte. El amor no es un corazoncito rojo en un cuaderno. Ni el
corazón es el amor, sino una potente bomba de irrigación sanguínea.
El amor muchas veces surge cuando se te
gastan las pastillas de freno, o cuando te quedaste dormido en una silla, o
cuando las luces son tan fuertes que no te dejan ver nada.
Que el amor es una droga no es ninguna
novedad, y también es la metáfora de la plantita que hay que regar todos los
días. El problema es que no todas las plantas requieren de los mismos cuidados
y que la mayoría de las personas enamoradas no entienden un soto de botánica. Porque
hay plantas de interiores y plantas que necesitan sol, plantas que pueden levantar los cimientos de una casa y
plantas que se secan por la envidia, o por la irresponsabilidad, o por la
estupidez.
“Otra
vez habrá que comprarlo hecho al amor” canta Andrés
Calamaro en la canción Ansia En Plaza
Francia. Como si fuera un paquete de milanesas de soja o uno de patitas de
pollo granja del sol. Sin ninguna duda, el amor se compra, aunque algunos
entiendan por amor el hecho de adquirir compañía, comprensión y diversión.
Bueno, hay distintos tipos de amor, eso lo sabemos bien, aunque la mayoría de
las veces lo olvidemos.
Una cosa es la fruta que comprás en la
verdulería (procesada, cultivada en tierras fertilizadas con químicos), y otra
muy distinta la que podés llegar a cultivar en tu casa. Como les pasa a muchos
fumadores con la marihuana, o a las amas de casa con la salsa de tomate… Nada
como hacerlo en casa.
Sí, hacer el amor en casa. En sábanas con
exudaciones nuestras, con aromas que conocemos, con lamparitas rojas en
nuestros veladores y diversidad de preservativos en la mesa de luz. Sí, en
casa, aunque a veces sólo sea sexo y otras hacer el amor.
¿Entonces? ¿Cómo es? ¿El amor se hace? ¿Se
construye? ¿Se busca? ¿Surge cuando menos te lo esperás o sólo cuando tenés las
defensas bajas? ¿Es algo de lo que debemos cuidarnos? ¿Algo de lo que debemos
defendernos?
Hay amores caseros, amores producidos y
embalados, amores que vienen en bolsitas elegantes como todo lo que comprás en
un shopping, amores controlados por el gobierno y amores seguidos de cerca por
la policía.
Hay amores que no dan más, que ya no tienen
lugar para los parches.
Amores que hay que reemplazar como si
fueran electrodomésticos de esos que de tan viejos ya no se consiguen
repuestos. Amores nuevos, sí, pero de esta era, fabricados en china con tan
sólo seis meses de garantía.
Amores impuros y destartalados. Amores que
no se encontraron y otros que se cansaron de buscar. Amores detallistas y
cinematográficos, como un saco al que no le faltan botones o una silla vestida
para engalanar un fiesta de salón.
Amores tóxicos y cancerígenos, amores que
necesitan quimioterapia o ser tratados en una planta de efluentes, para luego
ser devueltos a la geografía intrincada y laberíntica de las grandes ciudades
de este siglo.
Hay amores que se llevan en el bolsillo
como un llavero o como un pen drive. Otros que se encuentran tirados en la calle.
Otros que se fuman y otros que se digieren lentamente. Hay amores carnales, platónicos,
explosivos, tranquilos, idiotas, incomprensibles, empalagosos, románticos,
pegajosos, transpirados, congelados.
Hay tantas clases de amor como personas en
el mundo. Pero todos tienen algo en común… y la verdad es que no tengo la menor
idea de lo que puede llegar a ser…
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