La otra vez fui a la sucursal Morón de Cablevisión y me metí por la puerta giratoria de entrada, pero cuando la noria ya estaba a punto de depositarme en el interior del local, la misma se trababa y no me dejaba pasar, provocando el pandemónico efecto de la ñata contra el vidrio. El encargado de seguridad me hizo una seña y muy risueño me atendió por una ventanita que estaba a un costado.
-Debés tener llaves encima –me dijo–, tenés que dejarlas en los lockers que están ahí afuera.
-Sí, muy lindo, pero son las llaves de mi casa ¿cómo las voy a dejar acá afuera?
-Es la única manera, si no, no te puedo hacer ingresar.
Al final tuve que acceder sin rezongar. Entré, hice lo que tenía que hacer y me fui.
Al mes siguiente, volví a ir al mismo local, dejé las llaves en uno de los lockers y me volvió a pasar lo mismo. El problema era que tenía algo que aquella vez no: mi celular. Demás está decir que con el encargado de seguridad volvimos a repetir la misma escena como dos viejos actores amigos, respetando con puntillosidad cada una de las comas del guión. Más allá de eso, la situación me pareció muy graciosa. Me imaginé a los abonados a Cablevisión entrando a pagar en calzoncillos y a la gente agolpándose en la calle para ver si en una de esas alguna madre desprevenida mandaba a abonar el cable a su hija colegiala. Al final me quedé pensando en todas las cosas que día a día tenemos que andar modificando, las costumbres que tenemos que estar mutando para que no nos roben o, en todo caso, para que nos roben menos: Alarma domiciliaria, seguro de vivienda, rejas en las ventanas, no salir tanto con cadenitas, mirar para atrás de vez en cuando, no poner nada en el bolsillo trasero de los jeans… etc. Pero además de eso los chóferes de colectivo ya no llevan más monedas para dar cambio, las boleterías tiene un vidrio y una reja que no nos permiten ver quién está del otro lado, en algunas calles no se puede parar con el semáforo en rojo, garitas de seguridad en las esquinas de los barrios acaudalados y no tanto, ir al cajero si hay mucha gente, dar unas vueltas con el auto antes de entra a tu casa, luces con sensores de presencia, barrios privados, rejas electrificadas, vidrios polarizados, camiones monitoreados por satélite, tener que bajar a abrir con llave y no poder disponer de la comodidad que nos da un portero eléctrico, remiseras que llevan sólo a clientes registrados, gendarmería arriba de los trenes, y la lista sigue, pero ya está todo dicho. Salvo que tengas algo que contarme. Todo evoluciona, y con la inseguridad, también nuestra paranoia.
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