Hoy fue mi primera experiencia con un GPS. Me Lo prestaron ayer e hice lo que debe hacer la mayoría: ponerlo y hacer un camino conocido a ver qué te dice. Lo loco fue que al agarrar un camino distinto al que me indicaba la sustanciosa maquinita, la voz del tipo que me guiaba disparaba la siguiente frase: “¿Para qué mierda tenés un GPS si no le das bola a lo que te dice?” Eso se lo ingresó este gentil amigo que me lo prestó, seguramente, no creo que los GPS vengan con estos argentinismos incluidos, o cosas tales como “hacer 1,8 (el culo te abrocho) kilómetros y doblar a la izquierda”. Incluso comenté estas cosas en mi trabajo (porque llevar la cotidianeidad es un poco eso, comentar estas cosas y reírse) y me enteré de otro GPS que al no seguir el camino indicado se despachaba con la siguiente frase: “Así que el señor agarra por donde se le canta el orto”. Ni hablar de la famosa palabrita “recalculando” que se me incrustó en la cabeza y vaya a saber uno en qué puede convertirse. Quizá cuando me pregunten algo y no me convenga contestar la use. Recalculando, recalculando. Pienso en un GPS para aquellas personas que no tiene con quién hablar; subirse al auto para que una voz salida de una maquinita les indique el camino, es decir, les hable, alguien que les hable y no les conteste. Y que de vez en cuando los mande a la mierda. Como las personas. Y por qué no, hacer una lista de frases graciosas para incorporarle al aparato. Una manera de usar la imaginación. Grotesca, pero imaginación al fin. Así es Enero. Así es el ocio.
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