Estoy acá sentado con mi mujer, es una de esas tardes de verano en las que está nublado y uno puede aprovechar tal vez para hacer esas cosas tan de interiores que en un día de sol radiante un poco te hacen sentir culpa por no aprovechar el día, esa especie de voz de la conciencia que a veces las películas nos hacen oír como si fuera la voz de un locutor pero que en nuestra cabeza no es más que nuetra propia voz hablando quizá de un modo elegante. Le dije a mi mujer que me diga una palabra y ella con su boca chiquita pronunció "pececito", y yo pienso en una palabra que recién leí en un libro y que me tomé el trabajo de buscar en un diccionario. PALINODIA. La leí y me llamó la atención, al final me enteré de que se trataba de retractarse de algo que uno dijo, es decir, el acto de dar marcha atrás, pedir disculpas, me arrepiento, etc... en fin, pececitos y palinodias conviven en una misma tarde, en una misma casa, una tan acuática y tierna, la otra tan de me paro en el estrado y pido perdón si ofendí a alguien. El puente que se abrió para dejar pasar al barco se vuelve a cerrar en un lazo mágico de unión. hace muchos meses que no escribía algo en este espacio, tampoco es un mal regreso, y más ahora que hay promociones de banda ancha por todas partes.
slds
max
IDEAS - CRITICAS DE BUENA LECHE - DELIRIOS Y OTRAS YERBAS NO TÓXICAS (TODO DENTRO DE UN MARCO LITERARIO)
Thursday, December 27, 2007
Friday, February 16, 2007
parte dos
Monday, February 12, 2007
LA IGLESIA Y LOS CHICOS
Esto ocurrió en un colegio católico, cuando un sacerdote estaba dando una charla sobre catecismo a chicos de 11 años.
Preguntaron los chicos:
-padre, ¿usted cree en los ovnis?
-No.
-¿por qué?
-Porque nunca los vi.
-Y a Dios ¿alguna vez lo vió?
Lo que siguió después fue un silencio absoluto.
Wednesday, February 07, 2007
Morrissey (o la melancolía elegante)
La otra noche venía en el colectivo escuchando en ese aparatito tan práctico y tan mágico llamado reproductor de mp3, a Morrissey cantando en vivo un viejo himno de The Smiths, banda emblemática del pop de los 80’s por excelencia. La canción se llama “hay una luz que nunca se apaga” (There’s a light that never goes out, en inglés) y contiene, a mi parecer, una muy buena descripción de lo que muchos llegamos a necesitar en esos sábados a la noche en los que no sabíamos que rumbo seguir. Dice la canción: “Llevame esta noche, adonde haya música, donde haya luces, donde haya gente, viajando en tu auto ya no quiero volver a casa, porque ya no soy bienvenido allí” he ahí, creo yo, una santísima trinidad de la noche, por la que imploramos cuando el mundo está ardiendo y nosotros nos sentimos excluidos de esa llama. Música, luces, gente. Muy sencillo. De ahí a que después no sea lo que esperamos, es otro cantar, pero ese es el principio de la mecha. Es todo lo que quería decir.
PD: en otra parte de la canción, Morrissey canta esto:
“Y si un camión con acoplado choca contra nosotros, morir a tu lado… bueno, el placer y el privilegio serán míos”
Es lo primero que le digo a mi mujer cuando no quiere que viajemos en el primer vagón del tren o en el primer asiento del colectivo. Chau.
Tuesday, January 30, 2007
una isla
Creo que el arte se ha convertido en algo para el hogar. Eso le da a cada pequeña obra individual algo de sagrado. Es decir, la salva de la voracidad de la multitud. la mantiene eterna en el sillón de casa para distracción y efeméride de nuestros invitados a tomar la leche. Una canción que sólo haya sido escuchada por veinte personas sin que la cantidad de escuchas desmerezca la calidad de la melodía. Un poema leído sólo un par de veces para seis personas un lunes a las diez de la noche a 34 kilómetros de tu casa luego de haber bebido un horrendo pocillo de café. O sino una novela que solamente haya sido leída con singular atención por la mujer que cada noche te llevás a la cama gracias a que la ha enloquecido solamente un párrafo perfecto y que noche a noche se dedica a buscar rastros de él en el fondo de tu cuerpo. El arte decorativo. Las canciones grabadas en la PC y los compilados de música en cd.
Sunday, January 14, 2007
the good and the bad
Mi deporte preferido es desaparecer. Mi placer más excelso es arrojarte en un embudo de angustia.
Thursday, January 11, 2007
cosas que voy encontrando
Los vuelos de hoy no han sido muy sorprendentes pero ahí vamos. Las hermanas de la caridad o la esposa enamorada. La culpa que genera piedad en vez de compasión. El amigo Will y su trabajo para el señor Aldehyde, los antepasados calvinistas azotando la cola de los niños con una fusta de caballo, la locura religiosa, la muerte adentro de una automóvil bajo la lluvia, las imágenes de los tiempos que ya no existen danzando alrededor de un colectivo Mercedes Benz, los nenúfares cobijando a las ranas en el agua de la fuente de los deseos, las monedas que se tiraron al aire y el horóscopo del pibe bazooka cagándose de risa de todos nosotros que nos rompemos los dientes poco a poco masticando chicle globo durante dos horas para descargar la kinesis sexual de un inmemorial aburrimiento. Es todo por hoy, hasta lapróxima.
Sunday, January 07, 2007
la evolución de la inseguirdad
La otra vez fui a la sucursal Morón de Cablevisión y me metí por la puerta giratoria de entrada, pero cuando la noria ya estaba a punto de depositarme en el interior del local, la misma se trababa y no me dejaba pasar, provocando el pandemónico efecto de la ñata contra el vidrio. El encargado de seguridad me hizo una seña y muy risueño me atendió por una ventanita que estaba a un costado.
-Debés tener llaves encima –me dijo–, tenés que dejarlas en los lockers que están ahí afuera.
-Sí, muy lindo, pero son las llaves de mi casa ¿cómo las voy a dejar acá afuera?
-Es la única manera, si no, no te puedo hacer ingresar.
Al final tuve que acceder sin rezongar. Entré, hice lo que tenía que hacer y me fui.
Al mes siguiente, volví a ir al mismo local, dejé las llaves en uno de los lockers y me volvió a pasar lo mismo. El problema era que tenía algo que aquella vez no: mi celular. Demás está decir que con el encargado de seguridad volvimos a repetir la misma escena como dos viejos actores amigos, respetando con puntillosidad cada una de las comas del guión. Más allá de eso, la situación me pareció muy graciosa. Me imaginé a los abonados a Cablevisión entrando a pagar en calzoncillos y a la gente agolpándose en la calle para ver si en una de esas alguna madre desprevenida mandaba a abonar el cable a su hija colegiala. Al final me quedé pensando en todas las cosas que día a día tenemos que andar modificando, las costumbres que tenemos que estar mutando para que no nos roben o, en todo caso, para que nos roben menos: Alarma domiciliaria, seguro de vivienda, rejas en las ventanas, no salir tanto con cadenitas, mirar para atrás de vez en cuando, no poner nada en el bolsillo trasero de los jeans… etc. Pero además de eso los chóferes de colectivo ya no llevan más monedas para dar cambio, las boleterías tiene un vidrio y una reja que no nos permiten ver quién está del otro lado, en algunas calles no se puede parar con el semáforo en rojo, garitas de seguridad en las esquinas de los barrios acaudalados y no tanto, ir al cajero si hay mucha gente, dar unas vueltas con el auto antes de entra a tu casa, luces con sensores de presencia, barrios privados, rejas electrificadas, vidrios polarizados, camiones monitoreados por satélite, tener que bajar a abrir con llave y no poder disponer de la comodidad que nos da un portero eléctrico, remiseras que llevan sólo a clientes registrados, gendarmería arriba de los trenes, y la lista sigue, pero ya está todo dicho. Salvo que tengas algo que contarme. Todo evoluciona, y con la inseguridad, también nuestra paranoia.
-Debés tener llaves encima –me dijo–, tenés que dejarlas en los lockers que están ahí afuera.
-Sí, muy lindo, pero son las llaves de mi casa ¿cómo las voy a dejar acá afuera?
-Es la única manera, si no, no te puedo hacer ingresar.
Al final tuve que acceder sin rezongar. Entré, hice lo que tenía que hacer y me fui.
Al mes siguiente, volví a ir al mismo local, dejé las llaves en uno de los lockers y me volvió a pasar lo mismo. El problema era que tenía algo que aquella vez no: mi celular. Demás está decir que con el encargado de seguridad volvimos a repetir la misma escena como dos viejos actores amigos, respetando con puntillosidad cada una de las comas del guión. Más allá de eso, la situación me pareció muy graciosa. Me imaginé a los abonados a Cablevisión entrando a pagar en calzoncillos y a la gente agolpándose en la calle para ver si en una de esas alguna madre desprevenida mandaba a abonar el cable a su hija colegiala. Al final me quedé pensando en todas las cosas que día a día tenemos que andar modificando, las costumbres que tenemos que estar mutando para que no nos roben o, en todo caso, para que nos roben menos: Alarma domiciliaria, seguro de vivienda, rejas en las ventanas, no salir tanto con cadenitas, mirar para atrás de vez en cuando, no poner nada en el bolsillo trasero de los jeans… etc. Pero además de eso los chóferes de colectivo ya no llevan más monedas para dar cambio, las boleterías tiene un vidrio y una reja que no nos permiten ver quién está del otro lado, en algunas calles no se puede parar con el semáforo en rojo, garitas de seguridad en las esquinas de los barrios acaudalados y no tanto, ir al cajero si hay mucha gente, dar unas vueltas con el auto antes de entra a tu casa, luces con sensores de presencia, barrios privados, rejas electrificadas, vidrios polarizados, camiones monitoreados por satélite, tener que bajar a abrir con llave y no poder disponer de la comodidad que nos da un portero eléctrico, remiseras que llevan sólo a clientes registrados, gendarmería arriba de los trenes, y la lista sigue, pero ya está todo dicho. Salvo que tengas algo que contarme. Todo evoluciona, y con la inseguridad, también nuestra paranoia.
Wednesday, January 03, 2007
signos
Anoche estábamos viendo con mi mujer una película por el canal VOLVER, Argentina, por supuesto, filmada en el año 1984. Al ver la presentación, en donde te pasaban todos los títulos, los nombres de los actores, realizadores, asistentes de vestuario, directores de fotografía, etc… (presentación que se comía más o menos cinco minutos de celuloide), pensaba en la diferencia que hay con las películas de ahora, que desde el principio van a los bifes enseguida y dejan todos los títulos para el final, cuando apenas dice THE END y ya prenden las luces y entonces no queda ni el loro (salvo algún cinéfilo principiante o de viejas estepas). Pensaba que tal vez en esos tiempos la gente no tenía la ansiedad que tiene ahora, que tal vez se daban los títulos para que la gente se termine de acomodar, de sacar el saco, o el tapado, o el pulóver, o qué se yo. También se me ocurre que si llegabas hasta cinco minutos tarde no te perdías nada importante y por lo tanto la linterna del acomodador tampoco le molestaba a los demás. Hasta ahí mi idea, creo yo, uno de los tantos signos del paso del tiempo que hibernan detrás de la enredadera.
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