Friday, October 23, 2009

MARADONA Y EL GEN ARGENTINO


De un exabrupto de Maradona en una conferencia de prensa se hizo un tema nacional merecedor de grandes debates televisivos hasta en programas de impronta política. Y en menos de 24 horas ya había remeras con algunas de las famosas frases que sin pedir permiso se metieron dentro del inconsciente colectivo de la sociedad argentina. Y entonces no hace falta decir “que se dejen de joder”, sino “que la sigan chupando” (versión Argentina) o “que la sigan mamando” (versión para el resto de Latinoamérica). Algo parecido pasó hace más de un año con la histórica frase del vicepresidente de la nación Julio Cobos con motivo del desempate en la votación de la famosa resolución 125. Se hicieron remeras con “mi voto no es positivo” y “que la historia me juzgue”. Y yendo todavía un poco más atrás no olvidar las famosas “seamo fuori” en clásica cargada a la eliminación que la selección argentina, con Maradona a la cabeza, le propinó a la selección azurra en una de las semifinales del mundial Italia 90 y la oreja de chocolate a la que le faltaba un pedazo en homenaje a la bestialidad cometida por Mike Tyson. Es parte del show bussiness podrán decir los productores de espectáculos. Es una muestra más de la decadencia en la que estamos sumidos, podrán esgrimir los pensadores de nuestro tiempo. Pero más allá de eso la verdad es que la gente, que a veces se hace la ofendida, se divierte mucho con Maradona, con las locuras de Charly García o con las placas rojas de Crónica TV. Esas cosas son más divertidas que el debate por la ley de medios o los relatores del ahora “Fútbol para todos”. Dan motivo de conversación en el día a día que a veces tanto cuesta sobrellevar. Y hay que admitir que aunque no nos guste, Diego Maradona es un compendio casi perfecto de lo que somos los argentinos: contradictorios, apasionados, oportunistas, chicaneros, pelotudos, infieles, depresivos, neuróticos, gambeteadotes, charlatanes, encantadores y talentosos. Al igual que el “10” tenemos la capacidad de autodestruirnos y llevarnos hasta el borde mismo de la muerte para luego resurgir entre las cenizas y en poco tiempo estar de nuevo en carrera. Y estamos llenos de cicatrices, de dolor y resentimiento, de bronca por saber lo que podríamos llegar a ser de tan sólo ponernos a hacer las cosas bien aunque sea un poco. Pero el abismo siempre está cerca de nuestros pies y nos dejamos seducir por la placentera sensación de sentirnos en caída libre de la misma manera en la que caía el Coyote ante cada desaire del Correcaminos. Preferimos caer para estar en el aire unos minutos a caminar hacia un futuro glorioso. Aunque no sé si preferimos o si hacemos eso porque es nuestra debilidad. Queremos sentir algo ahora porque no confiamos en lo que el mañana tiene para nosotros. Caer y resurgir. Caer y resurgir. Y así sucesivamente. Pero sólo hasta ahí. La senda de la rectitud es un camino sin emociones.

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