Me pasa seguido. Quiero salir con el auto y hay alguien que estacionó el suyo justo en la puerta. Entonces tengo que salir a buscar al tipo para pedirle por favor que lo corra. “¡Uy! Perdoname, no me di cuenta”, me dice mientras le contesto de un modo amable “está bien no hay problema”.
Porque en realidad no puedo decirle lo que pienso.
Porque si le dijera lo que pienso a cada uno de estos idiotas me estaría agarrando a trompadas muy seguido. Y eso no es vida.
Pasa que al lado tengo una peluquería de damas, y al lado de la peluquería un maxi-kiosco de esos que cierran a las 11 de la noche y que ofician de salvadores de todo aquel que abrió la heladera y se dio cuenta tarde de que hay que comprar tal cosa para poder preparar o acompañar la comida. Y hasta me ocurre que muchas veces el auto es del dueño del maxi-kiosco, o del dueño de la peluquería, o de la que se vino a hacer la tintura y tiene que salir con la bolsa en la cabeza a correr el rodado, o del que lo dejó ahí porque había sombra mientras tenía libre toda la cuadra… podría estar enumerando gente todo el día, pero ese no es el punto. La cosa es que ninguno parece darse cuenta. ¿Cómo puede ser que a tantas personas le importe tan poco el otro? Por ley no se puede estacionar en la salida de un garaje. Pero mucha gente lo hace. Si uno tiene que ir al hospital por una emergencia no se puede poner a buscar al dueño del auto para decirle que lo corra porque tiene que llevar a su hijo, o a su mujer a punto de dar a luz, o a su mamá descompuesta (por tan sólo citar unos pocos ejemplos). El pensamiento suele ser algo como esto: lo dejo acá, total voy a comprar y salgo, no puedo tener tanta mala pata de que el tipo salga justo ahora. Eso es apostar a la suerte, jugar con la casualidad, típico de una sociedad timbera. Es más, ahora que lo pienso muchos deben de haber jugado a la quiniela el número de la patente de mi auto.
Yo nunca lo estaciono en la puerta de un garaje. Es una cuestión de educación. No le puedo impedir al otro que salga. Es algo que marca un poco el comportamiento de esta sociedad (al menos por donde yo vivo): el otro que se cague. Es más, ni siquiera lo registro, porque no me doy cuenta que hay un garage y que detrás de ese portón existe alguien que necesita salir con el auto. Por un lado me da bronca, pero por el otro me provoca tristeza, porque esos mismos que estacionan el auto en la puerta de tu garaje después son los mismos que te tocan bocina porque tenés la puerta mal cerrada o te avisan que tenés los cordones desatados. Lo alarmante es la falta de educación en cosas tan pequeñas pero importantes. Sé que no todo el mundo es tan tonto como para dejar el auto en la puerta de un garaje. El tema es que la mayoría de los que lo hacen pareciera darse cita en la puerta de casa. Uh, ahí estacionó otro, voy a avisarle…
No es que no saben, diría alguien, se hacen los boludos.
2 comments:
100% verdad lo que decís. El tipo o la mujer que estaciona el auto en un garage es un desubicado. Además de maleducado. Me indigna. Pero yo le diría, muy cordialemente, no que corra el auto, sino que está estacionando en un lugar prohibido y que lo sabe porque hay un cartel que lo indica.
Gracias por pasarte por mi blog!
Saludos!
yo creo que saben que estacionan en un lugar prohibido. Se hacen los boludos. Igual que los que hablan por telefono cuando manejan. Gracias por darte una vuelta.
Saludos
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