Ya estoy terminado, ya llego. Es que este viernes voy a resubir para que te lo puedas descargar y leer, al que yo llamo EL LIBRO MENOS LEÍDO DEL MUNDO. Me estoy refiriendo al CORTINAS DE BAÑO, el primer volumen de esta zaga de libros que he decidido escribir y editar. La historia ya la conté pero te la voy a refrescar. Desde fines de 2005 hasta fines de 006, me lo pasé llenando cuadernos, escritura libre a full, lo que se me ocurriera. Transcurrido un año, repasé el material y armé este libro. Es un diario personal, así de simple. Hace un tiempo lo bajé del sitio para rediseñarlo y registrarlo en la cámara del libro (ya que antes estaba inscripto como obra inédita). Así que bueno, para quién le interese, a partir de este viernes disponible en formato PDF y EPUB. Y además, presentación del mismo en el programa CORTINAS EN LA RADIO. Para ir palpitando, abajo te dejo uno de los tantos textos incluidos en el libro.
“Es usted optimista doctor. No es que sea optimista, es que no puedo imaginar nada peor de lo que estamos viviendo.” Este diálogo extraído de la novela de Saramago que estoy leyendo actualmente, fue como una especie de disparador para que empiece a pensar un poco en el optimismo. ¿De dónde viene el optimismo? Mucha gente, debido a su situación personal, o a modo de opinión de la situación en la que se encuentra el país, suele decir cosas como “Más bajo no se puede caer”, “a partir de ahora todo va a mejorar”, “ya no se puede estar peor”, etc… Bien, podría señalarse a este tipo de frases como una de las tantas vertientes, supongo yo, de las cuales brota el optimismo. Pero, ¿qué pasaría si de repente se descubre que sí, que se puede estar peor y que ya mismo está empezando a ocurrir? ¿Adónde se va el optimismo? Desesperación, depresión, panic attack, por sólo citar algo. Entonces pasa algo que es peor: se toma conciencia de que el optimismo es algo ilusorio si no tenés a mano estadísticas que te permitan predecir y ser optimista en esas predicciones. Ser optimista porque se piensa que ya no se puede estar peor es algo muy parecido a la esperanza, habla de la necesidad de que existan los milagros, de que algo imprevisto surja de donde menos se lo espera y dé un vuelco impresionante al curso de las cosas, es apoyarse en una pared de nada. Pero, ¿qué es lo que lleva a uno a pensar que Dios aprieta pero no ahorca? Por momentos recuerdo cuando salía del colegio secundario y me gastaba toda la plata que tenía en jugar a los videojuegos. Una vez que salía de allí, derrotado y sin nada de guita, me dedicaba a desandar las treinta cuadras que me separaban de casa mirando el suelo para ver si a alguien no se le había caído una moneda. A veces encontraba algo, pero era nada ya que no me alcanzaba ni para el colectivo, y menos para una ficha. Pero yo era muy optimista cuando salía de la casa de videojuegos. Obviamente a mitad de camino ese “optimismo” se desvanecía y no dejaba de decirme que era un flor de pelotudo. Eso sí, al otro día volvía a cometer el mismo error, error que me llevaba a mentirle a mis padres cuando me preguntaban en qué andaba y dónde había estado. Por eso bien lo dice el médico en el diálogo, pensar que ya no se puede estar peor no señala precisamente una gota de optimismo, creo que es algo mucho más piola y que a la larga te deja más réditos. Hablo de aceptar la realidad, tomar conciencia de dónde se está situado. Entonces es como que uno empieza a reconocer el terreno, a afirmarse en él para luego comenzar a ir en alguna dirección con la absoluta certeza de que si ese estar peor no te mató, prácticamente nada (salvo una bala claro está) podrá hacerlo. Es así. A la larga todos los peces aprendemos a nadar en la mierda.
Maximiliano Rivera
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