Tengo una máquina de sueños que atormentan. En serio. Me vuelve loco. Funciona de noche, cuando por ciertos motivos tengo que permanecer despierto. A veces es insoportable. Los sueños se acumulan y molestan. Uno detrás de otro. A veces e integran entre sí y conforman una masa monstruosa. No sé de dónde salen… supongo que de mis frustraciones. El patrón parece ser el siguiente: cuanto más honda la frustración, más hermoso es el sueño. Pobrecitas, es su método de supervivencia. Convertirse en sueños que simulan proyectos exitosos. Cuando la ensoñación desaparece, ahí están de nuevo, exhaustas, jadeando, babeando la camiseta.
Sería imposible detallar todos los sueños que surcan mi cabeza. Y además, me daría un poco de vergüenza contarlos. Son sueños un poco estúpidos para un tipo grande. Y lo más doloroso es creer que pueden ser posibles. De todos los sueños de grandeza y éxito que se nos cruzan por la cabeza, ¿cuántos son realmente viables? Los sueños, sueños son, dice el dicho. Pero hay que seguir soñando. Es un poco nuestro LSD espiritual. Nuestra dopamina. Además, mientras los sueños no se hagan realidad, conservan su pureza. Cuando por alguna razón palanquean la puerta y aparecen en el mundo real, se encuentran con que tienen que negociar el desembarco. Y en la negociación se vuelven terrenales.
Pobrecitos.
Al principio lloran un poco y me contagian. Pero después del llanto nos olvidamos y aplicamos la filosofía del vaso medio lleno.
¿Cómo se desenchufa una maquina de sueños? ¿Cómo hacer para volarle los fusibles? ¿Por qué en las noches? ¿Por qué me atacan cuando me levanto a servirme un vaso de agua o cuando me despierta el zumbido de un mosquito? ¿Adónde van los sueños cuando se dejan de soñar? ¿Quién soy yo sin sueños? ¿Por qué pienso en la locura como una aproximación a la respuesta?
Mejor una canción de Roy Orbinson. Mejor eso y el mundo real.
No comments:
Post a Comment