Apenás entrás te sacan una foto familiar y te dan un número para que retires la foto cuando te vayas. Y sí, al final pasamos por el Stand, vimos la foto, nos gustó, pagamos y nos la llevamos de recuerdo. Pasa bastante cuando pasaste un buen momento, querés llevarte cosas que te recuerden eso. Aunque sea un llavero barato o una foto cara pero bien decorada. No sólo la comida entra por los ojos. Me pasó cuando salí de ver a Paul Mc Cartney y me gasté $100 en una remera…
Es la primera vez que veo un show de delfines y orcas. Me gustó tanto que lo vimos dos veces. Nos es que fuera continuado. Pero estuvimos en las únicas dos funciones del día. Los delfines son conmovedores. Y la orca algo hermoso. Cuando termina el espectáculo la orca se queda nadando en la piscina principal y la gente se saca fotos. No te dejan acercarte mucho y además te invitan a salir del estadio. La miro nadando y entiendo que me quedaría mirándola durante horas. Por un momento deseo ser entrenador de delfines, pero es sólo un momento, yo nací para escribir.
El salto de una orca, al igual que el de una ballena, es un canto a la libertad. Es explosión. Es bello, por más que en su hábitat natural la orca sea un depredador y se alimente de la cría de los lobos marinos.
Ahora que lo pienso en ningún momento del show los entrenadores nadan con la orca, sí en cambio con los delfines.
Ahora que lo pienso en ningún momento del show los entrenadores nadan con la orca, sí en cambio con los delfines.
Dentro del predio hay un tren que te lleva a recorrer todo el lugar. Cuando pasamos por detrás del estadio de orcas y delfines veo el traje de uno de los entrenadores secándose al sol. Pienso en el payaso que se lava su propia ropa.
El show de los lobos marinos no es gran cosa. Esperaba un poco más. El otro espectáculo nuevo, llamado EL ARCA DE NOE, tampoco nos gustó, es más una comedia musical que un espectáculo para ver destreza de animales.
Otra de las atracciones es darle de comer a los lobos marinos, pagás $10 pesos y te dan una bandeja con dos pescados. Algunos lo hacían, pero nos pareció poca cosa. Quizá cuando mi hijo sea más grande.
Nunca había visto una manta raya de cerca. Impresionante. Sobre todo cuando asoma sus aletas en la superficie del agua. Pensé en esa canción de Cerati llamada LISA, sobretodo en la frase “Manta Raya, enséñame más, tu habilidad de nadar”. Me pasa seguido, vivir algo y encontrar la conexión mental a algún que otra canción. A veces me siento un idiota. Otras un potencial musicalizador desocupado.
Los hipopótamos se la pasaron durmiendo bajo el agua y mi hijo se quedó con las ganas de verlos, él les llama “pipapamo”. Escuchárselo decir nos llena de ternura. Es un poco el asunto de ir a ver animales, que sólo vas a ver lo que ellos te quieran mostrar, a no ser que los adiestren para un show. Y está bien que te muestren lo que ellos quieren, están en todo su derecho. También hay pingüinos que en algún momento estuvieron empetrolados. Su pelaje termina un tanto dañado pero al menos están vivos. Y nadan. Y se dejan ver.
En los baños de Mundo Marino también hay agua salobre. Pero no molesta tanto como en un hotel.
El día estuvo nublado y con momentos de sol, eso fue ideal para ir a uno de estos lugares. Caminamos un montón. Le preguntamos a nuestro hijo si estaba cansado y nos decía que no, demostrándonos una y otra vez que el entusiasmo es la única fuerza natural que puede borrar de tu mente la palabra “cansancio”.
Al ir a buscar el auto al estacionamiento noté que me habían pegado en el vidrio trasero la calcomanía de MUNDO MARINO. Le hicieron lo mismo a todos los autos. Me pareció una cagada. El sticker bien podrían obsequiártelo con la entrada y no pegártelo de prepo los chicos que te acomodan cuando llegás. ¿Por qué les tengo que hacer publicidad? El sticker queda lindo, no lo voy a negar, pero hubiera preferido pegarlo yo, decidir si quiero que los demás automovilistas sepan que estuve en MUNDO MARINO. Me pareció prepotente, bien podría escribir un mail como para quejarme, pero no sé, me siento como una de esas damas oligarcas que escriben a la sección de lectores del diario La Nación.
Una de las complicaciones que se presenta al querer sacar una foto es pedirle a alguien que nos saque una. Tenemos pocas fotos los 3 juntos. Eso denota que no nos gusta joder a la gente, por más que muchas veces la gente no lo vea como una molestia. A veces nos lo piden a nosotros y accedemos gustosos, quizá porque los entendemos. Y no es que la gente sea mala onda en ese sentido, es más bien que estamos acostumbrados a ser lo más autosuficientes que se pueda. Y muchas veces pedir algo a los demás nos hace sentir que en realidad estamos molestando, cuando la mayoría de las veces no sea así, ni siquiera para los demás.
Pero al salir de Mundo Marino le pedimos a alguien que nos la saque y lo hizo de muy buena onda, aunque no sea una gran foto. Quizá una solución sea comprar un trípode flexible y fácil de cargar. Se supone que hay artefactos para solucionar hasta los más mínimos percances. Es cuestión de buscar. Como me pasó con el tirabuzón para la sombrilla.
La vuelta al hotel fue relajada. La noche nos agarró en la ruta 11. Por suerte no eran muchos kilómetros. Cuesta creer que con tanto campo, en pleno año 2012, siga habiendo rutas tan chotas como esa, dónde la muerte está al acecho de cualquier principiante. Rutas peligrosas en un país de gente ansiosa por llegar a destino. Un cóctel explosivo que se sigue cobrando vidas todos los días.
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