Thursday, April 26, 2012

CRÍPTICO


Demasiada realidad. Demasiado debate aquí y allá. Demasiada razón y poca fantasía. Los delirios místicos que a veces deslumbran y otras dan risa. Intento leer los versos satánicos de Salman Rushdie  pero me cuesta engancharme como sí lo venía haciendo con Robertson o Murakami. Hay una explicación simple que compacta toda la complejidad a una punta de iceberg un tanto suficiente: son momentos. O esa que se usa con los chicos: son etapas. Hacer radio apareció así de repente y la fantasía ahora se refugia en un texto audible y una voz con poca experiencia en locución. Un tic tac de reloj que molesta pero que quizá es el mismo que tenés en alguna de las paredes de tu dormitorio.

Miro este blog y pienso en las secciones que quedaron en desuso. Miro a los que cosechan fama vía You Tube.  Por lo general son vídeos graciosos. Y el mensaje es tal cual: la gente quiere reírse.  Es una sensación. Hacé reír y lo demás vendrá solo.

¿Y los demás? ¿Qué hacemos? A lo sumo extrapolar la oscuridad de las almas atormentadas. Almas que también se ríen. Construir pozos negros con alfombras siderales. Difundir poemas prosaicos. Opinar. Delirar. Sumar granitos de mostaza a la anarquía del ciberespacio.

Vuelvo mi vista a los versos satánicos y pienso en la fatwa que todavía pesa sobre Rushdie. De ahí salto a “The ground beneath her feet” (La tierra bajo sus pies), la canción de U2 a la que Rushdie puso letra.  Pienso en esa película llamada EL HOTEL DEL MILLÓN DE DÓLARES. De ahí me voy a Wim Wenders y las alas del deseo y después me quedo sin combustible. Se me contamina el vuelo y ahora soy un bicho terrestre. Pienso en los electrodomésticos de Red Megatone que de a poco se van fagocitando los Cds de Musimundo. Pienso en las palabras que no pienso y que podría pensar si no pensara tanto en lo que no tengo tiempo de pensar. Pienso en lo que no debería pensar.  Pienso cuando en realidad debería dormir, o a lo sumo drogarme con el ejercicio de la escritura automática.

Este posteo no tiene sentido.
No vale nada.

Ni siquiera amerita una foto que lo decore.

Es como comer aún teniendo la panza llena. Comer para no dejar la comida que alguna vez no tuve. Escribir para que otro no escriba en mi pared. Usar para que el desuso continúe su siesta.

No importa si es bueno o si sentiste algo.
Es eso, nada más.

Darse la vuelta a la calesita porque ya tenías el boleto. Comer el yogur porque se vence mañana. Aunque no tengas ganas.

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