Demasiada realidad. Demasiado debate
aquí y allá. Demasiada razón y poca fantasía. Los delirios místicos que a veces
deslumbran y otras dan risa. Intento leer los versos satánicos de Salman
Rushdie pero me cuesta engancharme como
sí lo venía haciendo con Robertson o Murakami. Hay una explicación simple que
compacta toda la complejidad a una punta de iceberg un tanto suficiente: son
momentos. O esa que se usa con los chicos: son etapas. Hacer radio apareció así
de repente y la fantasía ahora se refugia en un texto audible y una voz con
poca experiencia en locución. Un tic tac de reloj que molesta pero que quizá es
el mismo que tenés en alguna de las paredes de tu dormitorio.
Miro este blog y pienso en las
secciones que quedaron en desuso. Miro a los que cosechan fama vía You
Tube. Por lo general son vídeos
graciosos. Y el mensaje es tal cual: la gente quiere reírse. Es una sensación. Hacé reír y lo demás vendrá
solo.
¿Y los demás? ¿Qué hacemos? A lo
sumo extrapolar la oscuridad de las almas atormentadas. Almas que también se
ríen. Construir pozos negros con alfombras siderales. Difundir poemas
prosaicos. Opinar. Delirar. Sumar granitos de mostaza a la anarquía del
ciberespacio.
Vuelvo mi vista a los versos
satánicos y pienso en la fatwa que todavía pesa sobre Rushdie. De ahí salto a “The
ground beneath her feet” (La tierra bajo sus pies), la canción de U2 a la que Rushdie
puso letra. Pienso en esa película
llamada EL HOTEL DEL MILLÓN DE DÓLARES. De ahí me voy a Wim Wenders y las alas
del deseo y después me quedo sin combustible. Se me contamina el vuelo y ahora
soy un bicho terrestre. Pienso en los electrodomésticos de Red Megatone que de
a poco se van fagocitando los Cds de Musimundo. Pienso en las palabras que no
pienso y que podría pensar si no pensara tanto en lo que no tengo tiempo de
pensar. Pienso en lo que no debería pensar.
Pienso cuando en realidad debería dormir, o a lo sumo drogarme con el
ejercicio de la escritura automática.
Este posteo no tiene sentido.
No vale nada.
Ni siquiera amerita una foto que
lo decore.
Es como comer aún teniendo la
panza llena. Comer para no dejar la comida que alguna vez no tuve. Escribir
para que otro no escriba en mi pared. Usar para que el desuso continúe su
siesta.
No importa si es bueno o si
sentiste algo.
Es eso, nada más.
Darse la vuelta a la calesita
porque ya tenías el boleto. Comer el yogur porque se vence mañana. Aunque no
tengas ganas.
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