Sunday, April 08, 2012

DÍAS OSCUROS



Cuando escribí esto aún no tenía electricidad, por suerte ya se normalizó, pero más allá, en el oeste, todavía no se tiene ningún tipo de certeza de nada....

DESPUÉS DEL TORNADO

Lluvia. Viento. Tornado. Cola de huracán. Caída de postes. Devastación forestal en el oeste y el sur del gran Buenos Aires. Vuelan las cabinas de peaje en la autopista. Vuelan los techos y se retuercen las chapas en los postes. Torres de alta tensión partidas por la mitad.  3 días sin luz. Algunos dicen 4. Otros 15. Otros 30. La cosa es que la ausencia de energía eléctrica nos da otro cachetazo ontológico y ahí estamos. A prescindir de los aparatos, a darle descanso a las computadoras y a la televisión.  Con algo de pilas podemos escuchar la radio.  A los más viejos les alcanza. A los demás no sé. 

En mi caso, no le temo al aburrimiento. Lo único que jode y preocupa es la heladera con el freezer lleno. Agua todavía sale. Hay lados en que no y no sé qué haría si me pasa. En los comercios desaparecen  las velas, los grupos electrógenos, los soles de noche…  En casa se van agotando  las luces de emergencia. Nos acostumbramos al silencio, a las calles oscuras como en 1810. La percepción cambia. La vida es otra.  Se detiene el aire agitado y las velas decoran la casa y hasta parece una santería. En muchos  hogares se acumulan los rezos a la estampita de turno.  No hay donde cargar el celular y justo el fin de semana en el que movistar resarció a los usuarios con mensajes sin cargo. Los chicos se aburren. Los juegos de mesa se toman revancha de la tecnología así como los naipes y la mayoría de los entretenimientos artesanales que en algunos casos datan de cuando las heladeras funcionaban con barras de hielo en vez de motor. Son sus pocos días de gloria. Olvídate del facebook, del twitter, del gran dt. A guardar la guitarra eléctrica y a desenfundar la criolla. A comer lo que se pueda antes de que se pudra lo que está en la heladera. No hay luz y el barrio cambia de color. La noche da un poco más de miedo. El nene se porta bien porque está oscuro. Por unos días va a ser como estar en una casa de campo o en un camping. Por unos días nos bajamos del presente veloz y nos reencontramos como personas de un mundo primitivo. Nos adaptamos porque nuestra naturaleza es social por donde se mire. El asunto es si falta el agua…

Estas cosas nos hacen pensar.

¿Qué clase de personas seríamos si a partir de ahora tuviéramos que vivir sin energía eléctrica?

 A veces hay disyuntivas. ¿Hay que cuidar y valorar la energía? ¿O hay que usarla a destajo antes de que un tornado nos deje a oscuras? ¿Cuánta energía se ahorró en estos días en los que vivimos como si ninguno hubiera pagado la factura? Mientras tanto cortan las autopistas. Piden luz, y chapas, y agua.  Piquetes acá y allá. Fogatas. Saqueos. Escucho que alguien dice que no estamos preparados para nada. Yo diría que no estamos acostumbrados a estas cosas y que quizá deberíamos empezar a hacerlo. Demasiada electrodependencia. Hasta para calentar el agua del mate. Hornito grill. Microondas, minipimer, lavarropas, freezer. Pero no hay luz. Como en 1816. Como antes de Edison. Ya no quedan casas con candelabros de 7 velas, esos mismos, los de las películas del caserón embrujado.  Así que a tomar mate y a seguir esperando. A ordenar la casa durante el día. A rogar que no llueva. A llamar a los amigos. A hacer todo lo que no hacemos y a la vez es importante, por culpa de la electricidad y su magnífica presencia.

A dormir a oscuras.

En el fondo estoy tranquilo porque sé que serán días especiales. Y cuando todo se normalice nos abalanzaremos a llenar los enchufes de la casa para apegarnos a la pantalla y ver cómo anduvo todo ese mundo enloquecido del que muchos escapan los fines de semana como este.

Cuando pasan estas cosas aflora lo peor y lo mejor de nosotros, como sucede en ENSAYO SOBRE LA CEGUERA de José Saramago. Entonces los paquetes de velas se llegan a vender a 15 y 18 pesos cuando lo usual es que salgan 5. Botellones de agua a 30 pesos  cuando salen 12. Los hijos de puta que se roban los cables para venderlos por cobre. Los hijos de puta que encima se los compran. Los saqueos. Los piquetes. De noche oscuridad plena y fogatas en las calles, porque sí, porque hay muchas ramas y hay que hacer lugar. Llega la noche y hay miedo, como si el alumbrado nos cuidara de algo. Encima no se ve a nadie, las autoridades arrancan el recorrido del centro para afuera, si estás en la periferia vas a tener que esperar. Párrafo aparte para los intendentes que no dejan entrar a los medios.

Pero también están los otros, los que no salen en los noticieros porque no son noticia, los que se arremangan y corren los árboles. Los que consiguen generadores y los comparten para que la gente llene sus tanques de agua. El asunto es que no sabemos a ciencia cierta quiénes son los más y quienes los menos. Mientras hay que seguir esperando. Porque no hay luz, se robaron los cables y ahora quién sabe para cuánto tenemos…   

 

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