La cabeza hierve a mil por hora. No hago más que recordar a aquel poeta que escribió "voy a correr la ventana de lugar, entra demasiada ciudad". Es extraño pero a veces la realidad cotidiana, esa que nos va puliendo la cabeza y llevándonos a un estado de mal dormir, se mete por todos lados y no hay manera de escaparse. La hiperconexión en la que vivimos nos vuelve un tanto adictos y ahí estamos, como en el vídeo de DO THE EVOLUTION de los PEARL JAM. Es tremenda la imagen de las computadoras insertando cables en la cabeza. Es díficil escapar de la matrix o del punto de engorde popularizado por Douglas Coupland. Uno prende la radio o la TV y por momentos se siente como un chico en el medio de un matrimonio que se lleva a las patadas, con lluvia de acusaciones y poca disponibilidad. Y lo peor es que es contagioso. Por momentos entiendo por completo a esa gente que se arma colonias en las sierras de Córdoba, inmersos en una total desconexión, nadando en una vida bucólica y natural, en comunidades sin fines de lucro. Hay que tener pelotas para tomar esa clase de decisiones. Para cortar de lleno con los cables y vivir de la tierra.
Se puede elegir no mirar. Y a veces se logra. Pero hay momentos en los que es díficil evadirse. Y ahí estamos, discutiendo puntos de vista y fijando posiciones que no arreglan nada.
¿Y ahora?
¿Adónde vamos desde acá?
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