Pero estoy tranquilo. Supongo que puede deberse a que recién empiezo. Es un indicio. Un indicio que quede suplantar, o mejor dicho, llenar el vacío que deja la falta de una brújula. Brújula que rima con rúcula.
Podría cerrar los ojos y pensar un poco en el tipo de la novela de Murakami que se metió en un pozo seco por propia voluntad para reflexionar sobre sí mismo. Un par de días. Podría cerrar los ojos y no pensar en nada. Flexibilizar la tensión muscular hasta que el cuerpo se torne invisible y sucumba a las ráfagas de un aire hirsuto. Aire de agujas de reloj que se escaparon de cientos de relojes suizos y se dirigen en bandada como los pájaros hacía algún Norte. Tal vez el Norte de nada que cantó Spinetta.
Las agujas de reloj no pinchan, no inyectan, no duelen. No existen porque vuelan y atraviesan mi cuerpo invisible e indivisible. No pasan porque mi cuerpo existe. No pasan porque ocurren. Las agujas de reloj no vuelan y yo no soy invisible. Entonces respiro con la panza. Como los orientales. Como los cantantes. Como los que duermen. La panza se hincha y se descomprime. Todo vuelve a su lugar. Estoy tranquilo. Pensé que no podría ocurrirme nunca. Quizá a partir de ahora me ocurra siempre. Como los dientes.
2 comments:
Me gustó aunque siento que me faltó un título.
Pensé que se te habría ocurrido uno jaja!!
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