Tuesday, February 02, 2010

TREINTA GRADOS A LAS SEIS DE LA MAÑANA


Hace calor. 30 grados. Sí, muy bien, hasta ahí nada nuevo. Pero ¿Qué pasa por tu cabeza cuando hace 30 grados a las seis de la mañana, más precisamente cuando estás entrando a trabajar? ¿Con qué animo encarás el día cuando sabés que vas a tener la ropa pegada a tu transpiración durante al menos 10 horas? Porque si a las 6 de la mañana hiciera, digamos, 23 grados, no importa si después sube a 30, primero porque es lo esperable, y segundo porque eso va a pasar después. Pero arrancar con 30... Entonces todo se reduce a dejar que pase el tiempo. Ir zafando de la mejor manera posible. Y todo con un ánimo y un carácter no muy afable que digamos. Y la máxima para hoy pronostica 33. Pero a la vez el hecho de sólo dejar que el tiempo pase, de ir rebuscándotelas para que el hecho de esperar la hora de salida no sea un suplicio, y a la vez la sensación de que es muy poco probable que hoy te ocurra algo interesante, no hacen más que generar una cierta angustia, al menos si vivís pensando en hacer algo trascendente a cada instante. Está bien, si no trabajaras estarías refrescándote en una pelopincho o haciendo algo útil al lado de un ventilador. O incluso tomando una cerveza bien fría en un bar de mala muerte, lo cual puede que te haga sentir mucho más trascendente que el tipo que entra trabajar a las 6 de la mañana cuando a las 6 de la mañana no tendría por qué hacer 30 grados. En un horno no siempre se cocinan cosas interesantes. Igual es verano che, el año empieza en marzo, diría alguien que yo conozco. Relajate y gozá.

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