CUMPARSITA DANCE EN MI CABEZA

Hay momentos en los que recuerdo cierto día en que mi mamá llegó a casa luego de haber pasado por una disquería. Se había comprado un single 45rpm que incluía LA CUMPARSITA DANCE por Jinny and The Flamboyants. En el lado B había una canción llamada SERENADE TO CRIPTON que nunca escuchábamos, porque en el lado B siempre ponían una canción no tan buena. Era el año 1979, cuando vivíamos en Carlos Pellegrini y Juncal. El disco tenía en el centro una etiqueta rosada, estaba dentro de un sobre de papel que a su vez estaba dentro de una bolsita cuadrada estampada con el logo de una disquería que si no me falla la memoria tenía una especie de Cupido. Recuerdo que llegó contenta, encendió el CBS-Columbia que además de ser un lindo mueble y un muy buen tocadiscos incluía radio AM y parlantes separables. Se lo había comprado de soltera, con los ahorros de su trabajo en una joyería, decía siempre con orgullo. Después puso el disco en el eje metálico, apretó el automático y dejó que el aparato haga el resto. A mí me gustaba cuando en casa ponían el tocadiscos, era como que el lugar se llenaba de un aire festivo. Me encantaba escuchar música fuerte. Y es increíble cuan grabadas quedan esas melodías en tu alma de niño, es como que no se borran nunca, por más bizarra que sea la música. Después papá sacaba sus discos: Sótano Beat, San Remo 70, Roberto Goyeneche… Y mi mamá los suyos: Exitos en la luna, Camilo Sesto, Floreal Ruiz… Y después yo jodía para que pusieran los míos: Los Parchís, Carozo y Narizota, Elvira Romey… Por lo general era los domingos a la mañana cuando no había nada interesante en la radio, o algún Sábado (hasta que empezaron los programas ómnibus en la tele) y muy pocas veces en la semana. Pero siempre me quedó grabada esa imagen de mi mamá llegando de la disquería con la Cumparsita dance, esas mujeres cantando “The people looking for, all around the world…” y después el famoso tango la cumparsita adaptado para sonar en las Boites. Debe ser porque quizá haya sido la última vez que la vi joven, lo que quedaba de esa chica soltera que con orgullo se había comprado un tocadiscos CBS-Columbia.

                      

El tiempo después hizo lo suyo. CUMPARSITA DANCE debe de estar en una pila de discos 45rpm junto a las cosas que ya no se usan. Revolviendo en algún que otra tarde de invierno me lo crucé y hasta le pegué una escuchada. Su momento de esplendor allá por el año 1979 quedó en el olvido y ni siquiera puede considerarse un clásico de la música popular. Y ahí es cuando entiendo por qué recuerdo tanto ese momento: era ver a mi mamá comprando algo que estaba de moda. Porque las modas son pasajeras, es cierto, pero estar a la moda a veces rejuvenece, por más estúpido que sea. Quizá porque ser joven es también ser eso: un poco estúpido y algo manipulable.

A principios de los años 90 el CBS-Columbia empezó a fallar: primero el automático, y después los parlantes. Incluso algunos discos saltaban cuando ni siquiera estaban rayados. “Le falta peso a la púa”, me decían en la disquería. Algunos le sujetaban al brazo del Wincofón un bulón de 17. Yo nunca lo hice, mi mamá me sacaba carpiendo. Después se lo vendió a una vecina por unos pocos pesos porque por más que el mueble era lindo, ya era algo obsoleto. Lo reemplazamos por un centro musical PHILIPS con bandeja giradiscos, doble casetera y reproductor de CD. El equipo todavía funciona de maravillas, pero los discos nunca llegaron a escucharse como en el CBS-Columbia, que es un poco el sonido de mi infancia.  “The people looking for, all around the world…”