Con respecto al post de la semana
pasada, en el que digo que no me gusta la gente que se queja, tengo que decir
que dentro de lo que se pueda, uno tiene que ser justo. Porque hay gente que se
queja con razón. Porque se siente
estafada y entonces reclama lo suyo. Ok, hay gente que siempre se siente
estafada y utiliza este recurso para no ver su propia mediocridad. Entonces hay
que diferenciar entre reclamo y queja.
Me quejo cuando algo me duele
mucho. No hablo. Digo Ay! Una onomatopeya del dolor que siente alguien que se
golpeó, o a lo sumo, golpearon…
Pero no es más que un quejido en
la oscuridad. Ahí adentro, en el cuarto. Ahí mismo donde nadie puede
escucharme. Un quejido íntimo. Natural. La armonía espiritual produciendo un
quejido sabio. Un llanto sentado en el borde de la cama.
En cambio reclamo cuando siento
decepción, cuando no es lo que esperaba. Nadie está exento de utilizar la queja
alguna vez.
Pienso en los empleados que
atienden esas quejas que muchas veces están disfrazadas de reclamo por los
servicios que una empresa presta de manera defectuosa. Pienso y me compadezco. Es
como si yo te estafara y le pagara a alguien para que te atienda cuando venís a
reclamar. Como pasa en los bancos. O en las compañías de servicios públicos. O en
las cínicas médicas. O las obras sociales. ¿Cómo queda uno después de atender a
gente que se queja y reclama aunque sea con razón?
Es un poco cruel trabajar en
atención al cliente. ¿Esa gente que atiende no se queja? Quizá en la casa, con
su familia. Sacar el corcho y dejar que emanen los quejidos. O quizá se lo
tragan. O lo hablan con su analista para sacarlo porque si lo dejás ahí lo
podés somatizar. O a lo sumo la tienen clara y hacen a un lado todos esos
kilombos (cosa díficil). No sé, esa cosa de sacar todo afuera muchas veces trae
fricciones innecesarias. Uno tiene que encontrar la manera de que no suene a
quejido o a inconformismo barato. Aunque a veces es inevitable que te dejen
hablando solo. No todo el mundo tiene primaveras, escribió Fito Paéz alguna vez,
y pucha que tenía razón. Ahora que me acuerdo, tengo que hacer un reclamo a
Telefónica. 112, allá vamos…
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