CUANDO ELLA IS GONE es un libro que escribí allá por el año 1999. Nunca me animé a editarlo. Lo he prestado para leer y todo eso. Es un libro de pocas páginas, uno de esos que se escriben para sanar heridas. Se me ocurrió publicar un capitulo. Ya pasaron más de 10 años, y cuando lo leo me sigue gustando. Les dejo este fragmento. Puede que más adelante... quién sabe.
TRANSPARENTE
Tengo la garganta seca de tanto escribir. Los vidrios de este lugar están tan limpios que parece que no existieran, que no contuvieran al viento, que no protegieran de las moscas, que no separaran de las miradas... Soy un vidrio. Pero no estoy limpio. Estoy lleno de marcas de dedos sucios, dedos de las manos de personas que se han apoyado para distinguir mejor el interior de la casa. Luego se van, se fueron, se van, y tengo que sacar mi mano derecha y limpiarme con la ayuda de un paño, volverme a brillar, cumplir mi rol transparente. Y sin embargo, hay veces en que la casa abre sus puertas y entonces todos corren, todos vienen a la fiesta. Charlan, fuman, beben, bailan, ensucian el baño... después se van y no limpian. Y a mí no me alcanzan las manos ni los escobillones, no me alcanza el amoníaco.
Dicen que cuando el mar se enoja todos huyen de la playa. Pero después vuelven a ella y se sientan, y lo miran, y se regocijan entre silencios y no preguntan nada. Irse y volver. Venir e irme. Venís y te vas. Nadie está en la playa cuando llueve. Yo lluevo en mi playa. Lluevo de delirios y de cigarrillos y de anagramas y de locuras. ¡Hey! Ábranme su casa un poco, sólo un poco.
Allá a lo lejos una chica entra a un bar y pide una taza de café. Fuma, bebe, saca su cuaderno y escribe. Luego paga, se sube a un colectivo y se va a su casa. “Te necesito y no estás” va pensando en el viaje. El mundo está lleno de monitores y cámaras de fotos y yo también te necesito, nena, yo también. Supongo que nada de eso es tan grave después de todo. Quedan un par de postales sobre la mesita ratona, poemas de Pessoa y jitanjáforas verdes. Pero tengo la garganta seca de tanto escribir con la lengua cartas que nunca llegarán a destino. Dejar de ser mi casa y despertarme en un hotel, abrir la ducha, fumar un cigarrillo y ponerme talco en los pies. Perfumarme de amor testarudo, amor suicida. Salir y dejar la llave en el mostrador. Caminar y no parar. Personas y más personas y ya no soy un vidrio sino el perro entre los hombres. Nadie me acerca invitaciones, ni promociones, ni sobres de shampoo. En la plaza bailan las estatuas humanas y la gente se ríe de Maquiavelo. El vidrio se llena de polvo en el día y de dedos en la noche. Llueve en Cartagena y esa chica se ata los cordones por expreso pedido de un policía. Es de noche y hace frío. Los vidrios se empañan con agua de la boca. Y aunque parezca increíble, a veces me río de todo esto, haciendo frágiles castillos en tu playa.
2 comments:
Huy... me quedé con ganas de leerlo. Podremos leer más?
Saludos! Cronopia.
Puede que sí. En las próximas semanas subiré algún otro capitulo mi estimada lectora. Saludos!
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