Toda caída de un gigante es estruendosa. “Es horrible pera era previsible” canta Andrés Calamaro en Clonazepan y circo. Previsible pero inimaginable. Hoy es difícil (y lo fue durante toda la semana) evadirse del clima futbolero que se adueñó del país. Fue algo parecido al clima que se genera cuando la selección juega un partido importante. Los ojos de todo un país estuvieron pendientes de lo que sucedió en el monumental de Nuñez. Como sucede en estos casos, en la previa se dijo de todo: Que se va, que no se va, que lo van a ayudar para que se quede, que se va porque su presidente se peleó con el titular de la AFA, que el gobierno no quería que descienda para que los derechos de TV no quedaran en manos del grupo Clarín, etc… Incluso un burro del zoológico de Córdoba, llamado Andrés, cual pulpo Paul, predijo con exactitud asombrosa el resultado de los dos encuentros. Y más allá de las cargadas, el humor y los improperios de los cuales son víctimas los simpatizantes riverplatenses, como hincha de Boca me cuesta no estar conmovido. Cuando terminó el partido con mi mujer nos miramos incrédulos. ¿River se fue a la B? ¿Cómo puede ser? Y sucedió.
Los hinchas acompañaron al equipo como nunca en caravana hacia el estadio. Incluso fueron al hotel en el que se hospedaban los jugadores de Belgrano para hacer ruido y no dejarlos dormir. Un acto de total bajeza que lo único que demuestra es desesperación. Y los hinchas al término del primer tiempo despidieron con aplausos a un River que había jugado el mejor primer tiempo de la temporada. Y cerca del final rompieron a llorar. Y obligaron a suspender el partido. Y destrozaron gran parte del estadio.
¿Por qué hay que destruir cuando el sueño se acaba?
¿Por qué destruir su propio estadio?
Se habla y se va a hablar mucho de este gigante llamado River Plate al que hoy por hoy le tocó besar la lona. Es un signo de la terapia intensiva en la que está sumido el fútbol argentino desde hace tiempo. En unos días nomás comienza la Copa América. Pero así y todo va a costar salir de la conmoción que ha causado este hecho histórico. El sufrido hincha de River tendrá que convivir con esta herida, esta humillación, esta indignación durante mucho tiempo. Horacio Pagani dijo que este descenso sólo será un lunar en su rica historia, pero hoy por hoy es una mancha de petróleo en un mar rojiblanco. Juan Pablo Varsky en cambio, escribió que el fútbol es lo más importante de lo menos importante que hay en la vida. Es así. La vida continúa. Nadie lo hubiera creído. Nadie creyó que podría pasar. Pero pasó. Y ahora es demasiado tarde. Hace frío en Buenos Aires. Empieza otra semana. Una semana extraña y polar. Una semana impensada. La imagen de los jugadores retirándose del campo de juego, rodeados por un cordón de seguridad compuesto por hombres con camperas flúo será difícil de olvidar.
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