Me costó levantarme. Ayer dormí una hora menos y fue un poco más fácil. Según mi lógica tendría que haber sido al revés. Lo primero que pensé fue: no debí haber comido tanto, con una porción de pastel de papas era suficiente ¿para qué repetir? Y encima de postre ensalada de fruta. Una esposa que cocina con ganas de agasajar a su marido. Sí, panza demasiado llena y a dormir que mañana hay que madrugar, sin tiempo de hacer aunque sea una horita de digestión.
Me levanté como pude, preguntándome por qué me costaba tanto si había dormido un poco más. Por qué nos cuesta tanto a los argentinos cumplir con la máxima que reza que debemos cenar como mendigos. Razones sociológicas y culturales, supongo. Es poca la población activa que tiene la suerte de poder almorzar en su casa. Abundante cultura de tarta en Tupperware (¿por qué Tupper y no “recipiente de plástico”?), comida chatarra, milanesas fritas en aceite berreta, empanadas grasosas, panchos, etc… Y es como que a la noche estamos todos, no podemos cenar cualquier cosa así nomás. Y además hay que mirar tele y todo eso. Son costumbres que me cuestiono en días como hoy, cuando me cuesta levantarme de la cama. ¿Si sabías que era así para qué lo hiciste? Me exprimí un pomelo (gran antioxidante), me lo tomé de un trago y luego de vestirme fui para el garage.
Salí con el auto rumbo al trabajo, buscando en algún MP3 un poco de música que me despabile. Me encontré con INTO THE GREAT WIDE OPEN, disco que TOM PETTY AND THE HEARTBREAKERS grabaron en 1991. Sólo lo había escuchado una vez, apenas había salido, y me gustó bastante. Sonaba en la radio LEARNING TO FLY y la canción que le da título al disco. Ahora, 20 años después, suena como nunca. Las primeras 3 canciones me sacudieron la modorra y eso que entre ellas no estaba ninguno de los hits radiales. Tremendo Tom Petty, ideal para noches de ruta, ideal para la General Paz a las 5 de la mañana. Ideal para grandes espacios abiertos.
Al bajar del auto me dolía un poco la panza. No tendría que haber tomado ese jugo de pomelo. No es lo mismo tomarlo a las 5 de la mañana que a las 8. No para mi panza. No sé por qué, pero me cae de otra manera. Y otra vez lo mismo, seguir haciendo lo que no se debe hacer. Algunos le llaman debilidad de carácter, otros le llaman estupidez. Para mí es salirse del camino. Hacer cagada, diría mi madre. Igual que el Pato criollo, diría mi padre. Pero a esa hora por suerte duermen, o eso me dicen a mí. La cosa es que tengo sueño, no debería haber comido tanto. Es difícil decir lo siento. Es difícil decir que no. ¿No a qué? Supongo que a uno mismo. O a la voz de la inconciencia. O a los caprichos intuitivos. O al hecho de no pensar las cosas porque no tenemos ganas. O al hecho de volver a caer en la misma idiotez para ver si seguimos teniendo los mismos problemas. Los mismos fandangos.
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