Thursday, September 02, 2010

DECIRLO O NO DECIRLO, THAT`S THE QUESTION


No se puede decir todo lo que se piensa. Bueno, sí, se puede, pero quizá no se debe, lo que es muy distinto. O a lo sumo no se debería. Digamos que la suposición nos da un poco más de soltura, y en esa soltura uno puede optar: lo digo, no lo digo o lo digo a medias. Por suerte hay filtros que nos evitan malos entendidos. Porque decirlo a veces es un problema y no una solución. Decirlo es un alivio y a la vez tirarle la presión al otro. Decirlo es como jugar al fútbol: a veces se da un pase preciso y otras se comete un error defensivo que deriva en un gol en contra. Pero la vida es juego y en todo juego hay reglas y jueces que penan la violación de esas reglas. Si bien es cierto que en soledad el puercoespín no pincha a nadie, también es cierto que uno necesita del otro porque no se puede rascar la espalda. La solución es simple, tan simple como la mayoría de las soluciones: hay que saber cuando decirlo y cuando no.  Es un arte que requiere práctica y por suerte no estamos exentos de llevarlo a cabo día a día. El tema es llegar a dominarlo hasta que salga natural, más que nada por fuerza de la costumbre. Lo que sí hay que tener cuidado cuando uno está algo cansado. Porque se cae la cortina y somos nosotros mismos, con todo lo bueno y lo malo que tenemos en el combo. Y no siempre se soporta lastimar a los demás sin siquiera haber tenido intención de hacerlo. Porque una cosa es vivir solo y otra estar solo en una casa sabiendo que no vas a cenar solo ningún día de la semana. Y ni hablar cuando estás solo porque dijiste lo que no debías decir. Es todo un tema.  

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