Dos días sin fútbol dentro de un mundial es demasiado tiempo. No me digan que no. Ni siquiera un partido pedorro entre Eslovenia y Honduras. Nada para comentar salvo ver a Maradona pateando tiros libres con una pelota de Rugby, enterarnos que Messi no entrenó por una congestión nasal (que no se les ocurra darle efedrina), que hay un Pulpo que predijo que ganará Alemania, enterarnos por quién hinchan los demás países, preguntarnos si va a salir De Michelis y va a entrar Samuel, si va a jugar Pastore en lugar de Di María. Cosas que genera la ansiedad. Es decir, contentarse con lo que sea, aún con lo que se pueda rascar del fondo de la olla. Los adictos saben muy bien a qué me refiero. Es demasiado fútbol para después quedarte esperando. Está bien, los arbitros son horribles, goles que fueron pero que no fueron cobrados, el off-side de Tevez y la verguenza ajena, la FIFA que se resiste a incorporar la tecnología... Y hasta se podría decir que estar tan pendiente de un partido de fútbol es un poco mediocre, que en realidad hay cosas más importantes que esa, pero también está el otro consuelo: es una vez cada 4 años che, dejate de joder con esos planteos filosóficos y amargos originados en tipos que lo único que hacen es contemplar una montaña. La vida hay que vivirla señores, para contemplarla sabiamente hay ciertos momentos. Por lo pronto mañana comienzan los cuartos de final. Partidazo: Brasil-Holanda. Por la tarde Uruguay-Ghana. Y el sábado Argentina-Alemania y Paraguay-España. Me encantaría una Semi Uruguay-Brasil. Y Argentina en la final, sin duda. Así que bueno, queda sólo una semana más de fútbol. A disfrutarlo.
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