Hoy no veo gran cosa. Estoy en el mismo lugar de ayer, un poco más temprano que ayer y en la misma mesa que ayer. Hay un poco más de gente y apagaron los televisores, aunque algunos le llaman plasma, o LCD, en fin, hoy no hay partidos del mundial de fútbol, viene bien para desconectar un poco, falta mucho todavía para el sábado. También para el domingo. Hay más gente y se escuchan más conversaciones. La vida continúa, inevitable, con sus altibajos senoidales. Cada medio de comunicación continúa informando de acuerdo a sus intereses. Blatter le pide disculpas a las delegaciones de México e Inglaterra por los errores arbitrales que los han dejado afuera del mundial. A veces las disculpas no sirven de nada. Ni siquiera las indemnizaciones por daños y perjuicios. Te pagan para que te corras de ahí. Así y todo mejor que te paguen para que te corras en vez de correrte sin nada.
La lapicera con la que escribo la encontré tirada. No tiene capuchón pero así y todo escribe muy bien. Pero no escribe lo mismo que ayer, algo con la misma calidad poética quiero decir. Siempre se pierde algo, día a día. A veces reflota un poco pero hay que hacer mucha fuerza para sostenerlo. Lo que ayer era una pluma cayendo del cielo hoy es un ancla en viaje firme hacia el fondo del mar. Pero no es de acero, es de un material mucho más liviano y algo permeable a la corrosión del agua. No es lo mismo que ayer. Ayer parecía mejor. Todos lo saben. El pasado mejora mucho cuando el presente no es gran cosa. Reciclar, le llaman. Pero lo reciclado no es sólo algo que no se tira.
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